De todos los males de trabajar fuera de tu entorno, el peor viene por la falta de contactos. Y no hablo de contactos a nivel profesional, sino simplemente el teléfono de un fontanero, el de una agencia de confianza para buscar piso, o incluso el de un colega que te cuente donde están los bares para poder salir un fin de semana y relacionarte gente.
A lo largo de los años que llevo fuera, son muchas las
cabezas con canas que han llorado sin pudor por la impotencia de no poder
llevar una vida “normal” en su nuevo destino. Son muchas también los
chavalillos que celebran su nueva vida y cuelgan fotos en Facebook mostrando al
mundo lo divertido e interesante de su nuevo país.
Haciendo un primer análisis, podríamos decir que la gente
que deja a la familia en España es la que nunca llega a adaptarse. Son muchas
horas con el Skype a vueltas, y siempre echando de menos. Pero no. Esa gente,
una vez que viene su familia por aquí siguen siendo inadaptados que no hacen
más que quejarse y que aún encima ahora suman las quejas de sus
maridos/mujeres. También he conocido muchos ejemplos de gente casada con niños
que se adapta estupendamente desde el primer día, superando todas las barreras idiomáticas
y culturales.
El “truco” es bien fácil: decir que sí. Salir un día del
trabajo y decir que sí a tomar un algo
con un fulano que trabaja en tu mismo edificio. Aunque ese algo sea una comida
picante, porque resulta que donde vives no hay terrazas con caña fresquita ni
mucho menos tapita de jamón serrano. Esa persona tiene mucho que aportarte. De
ese “contacto” tan espontáneo puedes sacar el teléfono de una persona que
arregle la gotera de tu piso, o la explicación de por qué todos los coches te
pitan como locos aunque tú pongas el intermitente al cambiar de carril.
Esto es realmente muy fácil para un joven recién salido de
la carrera, que llega a un país remoto y lo primero que hace es sondear todas
las páginas de “expat en busca de otros expat/locales” de la zona. Esta persona
no rechaza ni la mínima oportunidad de interactuar con cualquier persona que
viva en sus alrededores, ya sean compañeros de oficina, vecinos o la
recepcionista del edificio . Y gracias a eso en poco tiempo tendrá una completa
agenda de contactos que cubran todas sus necesidades que sin duda mejorarán
notablemente su calidad de vida. No solo eso, sino que además comprenderá el
porqué de las costumbres y cultura de esa “extraña gente” que ahora son sus
compatriotas, y que con el tiempo acabará por comprender e incluso sacar
enseñanzas positivas por muy “atrasado” que pueda parecer a ojos de un extranjero
inadaptado.
Por el lado contrario tenemos a la persona con años de
experiencia en su empresa pero que nunca ha salido de casa. Esa persona llega con un buen contrato que
proporciona piso ya buscado, coche con chófer, y asistenta que limpia. Esa
persona, tenga o no tenga familia, piensa que con esas necesidades cubiertas ya
no tiene que moverse más. Irá de casa al trabajo y del trabajo a casa de lo más
tranquilo durante un tiempo. Pero con el paso de los meses, su fuerte cabecita
se irá rompiendo. Sin nadie con quien comentar las experiencias, sin alguien a
quien llamar para saber dónde poder comprar el pan que realmente sabe a pan, o
un poco de (sucedáneo de) chorizo. Sin el teléfono de la persona que puede
ayudarle a arreglar sus papeles de residente.
Y creedme, estos contactos llaman rápido a otros contactos.
Y al poco tendremos la agenda llena de contactos para la vida diaria, que a su
vez conocerán a contactos que ayudarán en el trabajo.
Así que animo a todos
los expat a que digan que sean extrovertidos y digan que SI: SI a asistir a esa
fiesta de Halloween a la que te da pereza ir porque seguro que no conoces a
nadie. SI a invitar a sentarse en tu mesa al curioso que echa valor para
preguntarte de dónde eres. SI a iniciar una conversación con el que se sienta a
tu lado en la oficina de extranjería esperando los papeles del visado.
Y una vez que consigamos eso, animo también a compartir esos
contactos. Que la gente ya curtida quede con los expat recién llegados y
compartan su agenda y vivencias. Hagamos de la experiencia en el extranjero
algo más soportable para nuestros compañeros. Metámonos en internet no sólo
para preguntar cosas cuando llegamos y estamos perdidos, sino también para
responder cosas a los que llegan. Compartir. Y gracias.